miércoles, 18 de enero de 2012

El Primer Sueño. Capitulo 5



CAPITULO 5
El Primer Sueño.



Por suerte, yo tenía todo un mundo distinto fuera de la escuela. El asunto de la actuación sólo era una pequeña parte de mi vida de entonces. Había comenzado a participar en los equipos de porristas para competencias cuando tenía seis años de edad y durante mucho tiempo, eso lo fue todo para mí. Mi mamá me metió en ello. Vivíamos en una granja grande, lo cual era increíble, pero no teníamos vecinos cercanos; no había niños con quienes pudiéramos jugar, excepto nosotros mismos, lo cual no estaba mal, según mi opinión. Adoraba a los animales y me encantaba divertirme con mi genial hermano mayor, Trace (yo lo llamo Trazz); mi fabulosa hermana mayor, Brandi; mi hermano menor Braison (yo lo llamo Brazz); y mi hermanita, Noah, cuando llegó. Sin embargo, mi mamá quería que yo tuviera otros amigos además de los caballos, las gallinas y mis hermanos. No en ese orden. (De acuerdo, tal vez en ese orden.) Dado que a mamá le había encantado ser porrista cuando era niña, quiso que yo lo intentara. El primer día que se suponía que debía asistir al entrenamiento, yo no estaba contenta. Supliqué '¡Por favor no me obligues a ir!' ¿Qué tiene de malo que mis únicos amigos sean los caballos, las gallinas y mis hermanos? Ellos no me decepcionarán, ellos no se burlaran de mí. Claro, apestan un poco (Lo siento, Brazz), pero está bien. No soy tan superficial. Quizá no sea evidente en mi vida actual pero el hecho de estar cerca de gente desconocida me causa ansiedad. La simple idea de entrar a una sala llena de extraños me provoca insomnio. De cualquier manera, sabía que mi papá estaba de mi parte con todo ese rollo de no asistir al entrenamiento de porristas. Él viajaba tanto que sólo deseaba que sus hijos estuviéramos cerca de él cuando estaba en casa. No obstante, mi mamá se aferró a su idea y fui. Como cabe esperar, dado que las mamás tienen razón en demasiadas ocasiones, me encantó al instante.* (No le digan a mi mamá que dije esto)

El equipo de porristas demandaba mucho de mi tiempo. Yo asistía al gimnasio todos los días. Entrenábamos, nos caíamos, practicábamos rutinas de dos minutos y medio una y otra vez. Me hice la mejor amiga de Lesley y de las demás chicas del equipo, y mi mamá se hizo amiga de sus mamás. Viajábamos juntas a competencias, nos hospedábamos en moteles, nadábamos, bromeábamos, nos arreglábamos el cabello y nos maquillábamos con nuestras mamás y participamos en intensas e increíblemente difíciles competencias. Yo estaba muy comprometida con ello. A veces estaba demasiado comprometida. En cierta ocasión me puse muy enferma justo antes de una competencia en Gatlinburg, Tennessee. No podía dejar de vomitar. Ya saben, una de esas enfermedades del estómago que, incluso si bebes un trago de agua, lo vomitas. Si, fue terrible. Pero, ¿cuánto tiempo podía durar? Estaba segura de que me recuperaría justo a tiempo para la competencia; entonces convencí a mi mamá de que me llevara y pasé las cuatro horas y media de trayecto acostada en el asiento trasero del auto, con un bote de basura junto a mí. Dormía, vomitaba y dormía un poco más. Llegamos al hotel en Gatlinburg y no me sentía mejor, pero aún quería competir. Mi entrenadora dijo que no había manera de que lo lograra. Intentó impedírmelo pero insistí. Yo sabía que podía hacerlo si me empeñaba en ello. Treinta minutos antes de nuestra presentación me obligué a salir de la cama, me bañe y nos dirigimos a la contienda. Yo entré al escenario, realicé la rutina, salí y vomité en un basurero. Sin embargo, lo hice y eso era todo lo que importaba.
Cuando nos subíamos al auto después de cada competencia, incluso si habíamos perdido, mi mamá decía: '¡Aquí está tu trofeo!', y me entregaba un reluciente trofeo con mi nombre grabado en él. A medida que crecía, mi habitación se llenaba de trofeos. Todos de mi mamá, la más grande y mejoradmiradora que una niña puede tener, Tal vez no merecía cada uno de aquellos trofeos pero sabía que merecía el trofeo de Gatlinburg .

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